Empezamos con William Wallace. Al "Braveheart" de Mel Gibson habría que desmaquillarlo y quitarle la falda. No existen testimonios de que en esa época hubiera guerreros escoceses pintados de azul, esa ornamentación es bastante anterior, así como tampoco lo hay de escoceses con kilt (la falda) hasta mucho después. Sin embargo lo que nos interesa es el azul que los antepasados de Wallace emplearon para teñir la ropa y pintarse el cuerpo. Para aplicarse esos colores utilizaban un tinte azul que procedía del glasto, un arbusto de un metro de altura que crece en la Europa septentrional. Cuando se ponía el glasto en contacto con un montón de abono produce un líquido amarillo que si se frota en las ropas o el cuerpo cambia de color convirtiéndose en azul brillante.
Como se podía obtener a bajo costo en grandes cantidades este azul se extendió por toda Europa y durante la Edad Media lo encontramos dando color a calzas, jubones y tocas. No tuvo rival hasta unos siglos más tarde cuando los mercaderes holandeses que viajaban a Oriente trajeron una planta que produce el mismo tinte y crece más deprisa y a menos coste que el glasto: el índigo. Los británicos, principales productores europeos de azul de glasto, reclamaron impuestos sobre el “azul extranjero” ya que según sus análisis era “dañosa, funestamente devoradora, perniciosa, engañadora, consuntiva y corrosiva” (documento londinense de 1577). La Marina Real se puso de su lado, sus uniformes sólo podrían ser teñidos mediante el patriótico glasto. Pero los los productores de tinte no tardaron en ver las ventajas del índigo y establecieron plantaciones en el Caribe y en la India abandonando el glasto. A principios del siglo XVII entró en bancarrota el último de los productores de glasto.
La venganza del glasto llegaría por medio de un químico alemán, Adolf von Bayer, que desde los 8 años buscaba una manera de obtener indigo en una probeta y cuya tenacidad se vió recompensada en 1885 cuando contaba 60 años. Ahora una fábrica alemana podía producir tanto índigo como una plantación subtropical británica de 100.000 hectáreas. Los productores de índigo pidieron impuestos sobre ese pernicioso índigo sintético, la Armada Real manifestó que sus uniformes sólo podían ser teñidos con el hermoso y patriótico indigo. Pronto las fabricas británicas empezaron a “cosechar” el índigo sintético. En 1912 entró en bancarrota la ultima de las plantaciones.
Estamos en la gran época del indigo sintético, las batallas en los campos de Europa destrozan millones de uniformes teñidos de ese color. Pero en los 50 estalla el crack del azul, China que utilizaba el índigo para teñir los monos de obrero, el uniforme oficial y obligatorio, cierra el comercio al “azul extranjero” y comienza a utilizar sus propios tintes. El 30% del mercado mundial se vino a pique. Para empeorar las cosas la empresa suiza Ciba y la británica ICI se ponen de acuerdo para comercializar nuevos tintes sintéticos de colores brillantes y baratos. El índigo yace arrinconado en el fondo del armario ante el boom de las prendas de algodón chillonas de los 60. La Armada Real no dice nada no vaya a ser que acabe por llevar uniformes de rosa fucsia.
A principios de los 60 sólo existían cuatro fábricas de índigo fuera de China y la situación empeoraba por momentos, se debía buscar un nuevo uso para el índigo. No se conoce el nombre del ingeniero químico que sugirió la primera aproximación a la solución, marketing dijo que la idea era una solemne estupidez y no fue apoyada. ¿A quién iban a interesarle unos pantalones azules?. La verdad es que el índigo le daba a los pantalones un brillante color azul que los hacia parecer demasiado llamativos. Otro químico dio con una solución que calmaba la intensidad del color azul: se teñirian los hilos verticales de la tela de indigo y se dejarían que los horizontales siguiesen de color blanco. Se descubrió que una pequeña empresa textil de California poseía precisamente este tipo de diseño en su catálogo. Se llamaba Levi-Strauss, y fabricaba los pantalones tejanos de marca Levi’s.
Libro:
David Bodanis : Los secretos de una casa
Existe una información diferente a la del pigmento de glasto que explicaría el origen de ese azul de otro modo:
Herodías, en el Siglo III d.c. escribe:…”Poco acostumbrados a llevar ropas, adornan sus cuellos y cinturas, lo que consideran un símbolo de belleza y de prosperidad económica, tatúan su cuerpo con dibujos abstractos y toda suerte de animales, acudiendo casi siempre desnudos a la lucha…”