Frantz Zéphirin es un pintor haitiano. Sobrevivió al seísmo que sacudió Port-au-Prince el pasado 12 de enero y tras experimentar que la tierra se abría bajo sus pies, ver edificios caídos, encontrar cadáveres por las calles y perder a familiares y amigos, ha empezado a pintar cuadros. Ahora los muestra a su galerista diciendo: mira lo que he hecho, mira lo que he vivido, mira lo que pienso. La suya es la pintura de un sacerdote vudú que pinta un mundo poblado de espíritus y dioses y que habla de su deseo de reconstrucción para Haití. "Creo que el seísmo puede actuar como un tratamiento de shock. Hace falta un cambio de mentalidad. Mi país necesita reducir la corrupción y aumentar la educación. Un verdadero proyecto para el pueblo. ¡Tengo muchas cosas que explicar en mis cuadros!".
Henri Jean-Louis pinta en su barrio de Musseau la escena de un campamento de refugiados en la campiña haitiana. La misma campiña en la que le gustaba pintar mercados coloristas y campesinas atareadas, está ahora poblada por la ayuda internacional a un país destruído. Como muchos haitianos, traumatizados por el dolor y la pérdida, quisiera irse de Haití. Y con su dolor y su esperanza, se pone a pintar, a pesar de todo.
Préfète Duffaut pintó esta tela antes del seísmo.
Levoy Exil también pintó esta tela antes del seísmo, que pueden verse en la Galeria Monnin de Pétionville.
Ambos pintores tuvieron premoniciones de que iba a suceder algo terrible en Haití meses o días antes del 12 de enero. Todos los pintores que trabajan en Haití son conscientes de que su pintura va a cambiar tras lo que han vivido.
Reynald Joseph ha empezado a trabajar en un gran tríptico, tras derrumbarse su estudio y perder toda su obra. Dice que no va a cambiar los temas de sus cuadros: escenas de calle, de bodas, de carnaval, de burdeles, simplemente todo estará más movido, en un desequilibrio al borde del caos. "Jugaré con los códigos del vudú para los colores de mis cuadros. Por ejemplo, esta mujer que está del revés llevará unas bragas rojas, como las mujeres que han perdido a sus maridos, porque los muertos temen el color rojo".
La pintura de la joven Pascale Monnin está habitualmente poblada por animales y seres que llenan sus cuadros de evocaciones, poesía y dudas. Está ocupada en criar a su bebé, y una noche se despierta tras una pesadilla llena de gritos de haitianos enterrados bajo los escombros, y empieza a dibujar y escribir sobre los desaparecidos.
Todos ellos son artistas que siguen trabajando. Pintores que cogen su dolor, su tristeza, su desesperación, su incertidumbre, sus esperanzas y deseos, sus convicciones y su testimonio y mezclándolos con colores se ponen a pintar. A pesar de todo.
Gracias a Anne Murat por enviarme este interesante artículo del periódico Le Monde: "Haití, les peintres de l'espoir".
Muy recomendable también la lectura de: "Des milliers d'oeuvres d'art disparues dans les ruines".